Hasta hace muy poco tiempo, existía cierto consenso sobre la definición del marketing como un conjunto de técnicas y estudios que tienen como objetivo potenciar la comercialización de un producto o servicio. Sin embargo, la irrupción de Internet en las últimas dos décadas, y específicamente la consolidación del ecommerce durante la pandemia, dieron a esta disciplina un vuelo muchísimo más estratégico y cercano al corazón de las empresas.
Así fue tomando forma el growth marketing, un concepto evolutivo del marketing tradicional. Se trata de un enfoque de precisión, basado en datos científicos, que permite medir y optimizar de forma muy ágil todos los procesos de comunicación de las marcas, así como también las conductas de compra de clientes y prospectos.
Entre otros aportes significativos, el growth marketing resolvió una vieja inquietud: ¿cómo medimos el retorno de la inversión en las estrategias de comercialización? Hoy podemos ver el ciclo de vida del consumidor a través de su huella de datos y conocer al detalle su viaje de clicks.
Como un caballo de Troya, el growth marketing se va ramificando en silencio en todos los procesos de venta de las marcas a través de sus múltiples plataformas digitales (sitios web, redes sociales, tiendas online, etc.). El marketing actual aporta herramientas muy útiles para medir la inversión y su retorno en tiempo real, en todas las etapas de las campañas: estrategias de publicidad segmentada, posicionamiento SEO y SEM, medición de audiencias en redes sociales y sitios web, entre otras.
De acuerdo a IDC, la consultora de mercado especializada en IT, el 65% del PBI mundial estará digitalizado para el 2022 y el ritmo de la inversión empresarial en sus estrategias digitales crecerá anualmente un 15,5% hasta situarse en los 6,8 billones de dólares en 2023. El dato revela la importancia de aplicar herramientas de precisión en las campañas de promoción y venta.
Por otro lado, me gusta pensar en el Growth Marketing como una disciplina que va a ser puente entre el mundo online y offline. Cada vez se pone más borrosa esa línea, y ya hay mecanismos que integran ambos mundos, correlacionándolos y haciéndolos trabajar de manera complementaria, con mediciones muy exactas (importar conversiones offline para optimizar campañas online, por ejemplo). Creo que uno de los grandes desafíos del marketing es entender las características de ambos ecosistemas, y utilizar sus oportunidades de manera consistente para que el usuario tenga la sensación de estar viviendo una misma experiencia.
En ese contexto, el nuevo modelo de negocios de Growth Marketing llegó para quedarse y quienes no lo están implementando perderán terreno frente a sus competidores, en una marea digital caracterizada por muchísima oferta que compite por captar la atención de usuarios dispersos. Adaptarse o morir, esa parece ser la disyuntiva.
Los profesionales del marketing probablemente nos estamos enfrentando a una era sin precedentes. Estos tiempos nos exigen flexibilidad para los retos. Y a la vez debemos ser una respuesta de confianza para aquellos que apuesten al marketing estratégico y quieran escalar con él, ya no como una necesidad periférica del negocio, sino como una apuesta central para la supervivencia de la organización.